domingo, 10 de enero de 2010

La alimentación de los niños no es un juego


Hasta hace apenas unos años, la salud se relacionaba directamente con el peso, es decir, se decía que un niño relleno era más sano que uno delgado. Hoy, esto ha cambiado y cada día hay una mayor conciencia de todos los problemas que ocasiona la obesidad infantil a la vez que, paradójicamente, aumentan los casos de menores que la padecen.
Entre los inconvenientes a los que se tienen que enfrentar los padres, son la falta de tiempo para controlar la alimentación de sus hijos y el desconocimiento de la cantidad de alimento que los niños deben ingerir en función de su edad. Una cuestión que se acentúa si se tiene en cuenta que cada menor es diferente y que sus necesidades varían de unos a otros. Por ello, uno de los errores más frecuentes es el de presionar a los pequeños a comer una cantidad similar a la de los adultos o niños de más edad. No obstante, los especialistas aseguran que las principales causas de la obesidad infantil son los cambios en los hábitos alimenticios, cada día se va más rápido y se tiene menos tiempo para cocinar comida sana, la falta de actividad física de los menores, puesto que pasan mucho tiempo delante de la televisión o la videoconsola olvidando hacer deporte, o la genética. Por otra parte, en septiembre de 2009 se publicó un artículo en el que se afirmaba que aquello que provocaba obesidad en los niños era más bien la falta de ejercicio que su mala alimentación. Esta afirmación se sostenía en resultados realizados a niños gorditos, cuyos niveles de colesterol malo era aceptable.
Como se ha dicho, la genética es otra de las posibles causas que provocan obesidad infantil, puesto que la probabilidad de que la padezca un niño con padres obesos es bastante más alta que en cualquier otro caso. Ante esta situación, lo que se aconseja es que el tratamiento se base más en el ejercicio físico que en la dieta. Aún así, es fundamental corregir todos los errores relacionados con la comida. Por ejemplo, premiar a los niños con un alimento que les gusta mucho, pero que a la vez es muy perjudicial para su salud.

Entre las principales consecuencias que puede acarrear la obesidad infantil es la de provocar trastornos psicológicos en la adolescencia, tales como la anorexia o la bulimia, problemas de autoestima, depresión, dificultades para realizar un deporte debido a problemas respiratorios, madurez prematura en el caso de las niñas, diabetes del tipo 2, hipertensión arterial o colesterol.
Por ello, se hace necesaria un cultura basada en la buena alimentación, de modo que, desde pequeños se les eduque para que sepan qué es lo que deben comer y en qué cantidades. Por ejemplo, según las recomendaciones del Ministerio de Sanidad de España los cereales, las patatas y las legumbres deben suponer el 50% y el 60% de las calorías diarias, así como las grasas no deben superar el 30% y las proteínas rondar en torno al 10-15%. Además, debido a su importancia en la dieta, se hace imprescindible motivar a los niños para que consuman frutas, verduras y hortalizas y evitar que éstas sean sustituidas por bollería industrial o chucherías. Del mismo modo, y de forma paralela, es recomendable incentivar a los niños a la práctica de un deporte y al abandono de la vida sedentaria.

Para conocer, de manera aproximada, el peso ideal que debe tener un niño entre los 2 y los 5 años, hay que multiplicar la edad del menor por dos y sumarle ocho. Por ejemplo, un niño de 3 años: 3x2+8=14kg.


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