lunes, 4 de enero de 2010

La violencia de género sigue siendo una realidad


La muerte de Ana Orantes marcó un antes y un después en la violencia de género. Ella no fue la primera mujer maltratada y asesinada por su marido, pero sí la que decidió denunciar el calvario que había sufrido durante años en un medio de comunicación. Su acto de valentía hizo que días más tarde su marido, quien por orden de un juez vivía en la misma casa aunque en un parte distinta, la matase. Tras este fatídico suceso, las muertes por violencia de género han ido aumentando o al menos, en los ojos de los medios de comunicación.
El pasado año 2009 ha finalizado con un descenso del 40% de las mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Aunque la cifra sigue siendo muy alta, refleja el mayor descenso desde que entrase en vigor la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. A esta situación, se le añade que casi la mitad de ellas sean menores de 30 años, algo que refleja que la violencia está vigente en los jóvenes y que estos no parecen estar muy concienciados con esta problemática. De ahí que, muchos consideren que la Ley posee deficiencias en materia de educación y que sea necesario incidir más en esta realidad que sigue vigente en estos días. Por el contrario, la Ley ha conseguido que se incremente el número de denuncias y sentencias condenatorias al haber una mayor conciencia de qué es el maltrato y agilizar el proceso, por medio de juzgados dedicados a esta competencia.
Aunque durante mucho tiempo este acto violento se ha identificado con las clases sociales más bajas, la realidad es que se manifiesta en cualquier estamento. Uno de los principales inconvenientes a los que se tienen que enfrentar estas mujeres, en muchos casos, es la presentación de las pruebas que confirman el maltrato, ya que generalmente las agresiones suelen ocurrir en el interior del hogar y por consiguiente en la intimidad. A esto, se le añade la negativa de los vecinos a declarar o los vínculos familiares o de amistad con el agresor. Por ello, se hace más complicado derrumbar el contenido del artículo 24 de la Constitución Española que atiende a la Presunción de Inocencia.
Por otra parte, la situación emocional de las mujeres maltratadas se caracteriza por una baja autoestima, la confusión sentimental hacia su agresor (siente miedo cuando la agrede y amor cuando se arrepiente), ansiedad ante el desconcierto de su situación posterior a la denuncia, fundamentalmente por las consecuencias económicas tras su ruptura, o culpabilidad y vergüenza ante el fracaso matrimonial. De ahí que, tras denunciar y decidir rehacer su vida necesiten atención psicológica que les ayude a afrontar la nueva situación y valorarse como personas.
En cuanto al tratamiento mediático de este tema, es posible exponer una serie de conclusiones. Mientras que antes esta información aparecía en la sección de sucesos, acompañada de datos informativos y en ocasiones puramente sensacionalistas, ahora se realizan comentarios y referencias al problema social. Del mismo modo, escasea la presencia de personas expertas e información positiva de los avances obtenidos y las salidas posibles a esta problemática.
Finalmente, es necesario hacer alusión al maltrato que sufren los hombres. Aunque hasta el momento se han hecho públicos muy pocos casos, el sector masculino también sufre maltrato por parte de su pareja, mayoritariamente psicológico, pero no denuncian básicamente por vergüenza.

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